Bucea por KukupaPunda Productions
lunes, 22 de abril de 2013
Cap 6. Batallas y escaramuzas
El tractor dejaba a su paso una densa nube de polvo que, probablemente, no dejaba ver nada a Toño. Allí estaba esperando, en la puerta de la hacienda, Jose Ignacio. Pedro y Paloma intentaban frenarlo, querían evitar una disputa pero, su honor habíase visto dañado y la rabia lo apresaba por momentos. La guerra había comenzado. Toño detuvo el tractor cuando tuvo delante la figura de J.Ignacio flanqueada por las de su mujer y su, muy a su pesar, yerno.
Bajóse con un gesto arrogante y enfurecido. También su hijo Enrique, armado con su inseparable vara. En un arrebato de odio palpitante, el padre de los Segura-Roldán se aproximó rápido a Toño, empujándolo violentamente y empotrándolo contra el tractor. En vano fueron los intentos de su hijo y de Paloma por detenerlo.
Toño no se dejó dominar por la sorpresa del ataque y respondió con más violencia. Lo asió de la camisa y le golpeó repetidas veces en la cara tirándole al suelo. J.Ignacio no paraba de gritarle en todo momento toda una retahíla de insultos. Enrique habíase quedado atónito junto al tractor sin saber reaccionar. Paloma fue la que hubo de separarlos cual pelea de niños en el patio de recreo.
Toño no cesaba de gritar como un energúmeno. J.Ignacio se levantó del suelo y, con sangre en los labios, respiraba con fuerza escoltado por la propia Paloma.
-Esto debería de haberlo hecho hace mucho tiempo. Tonto de mi...y yo intentando darte trabajos y tratando de ayudarte. No me arrepiento porque se que mi dinero ha hecho bien a tu familia. Tus pobres hijos y tu sufridora esposa, que no tienen culpa ninguna.-decía aún sofocado, J.Ignacio
-¿Ayudar? Maldito estirado de mierda... Ésto no va a quedar así. Un Segura-Roldán no me pone la mano encima ni en sus mejores sueños. Ésto no va a quedar así, por supuesto que no. ¡Paloma! Arranca el coche y márchate de aquí ahora mismo. No te lo vuelvo a repetir, ¡Lárgate! -(Toño)
-No me voy a ir. No me voy a ir de aquí hasta que no tengas lo que un hombre tiene que tener para disculparte delante de Jose Ignacio en primer lugar. Después tendrás que disculparte ante mi y ante tu hijo, aunque conmigo no hay perdón que te sirva. Luego dejas tu puto orgullo a un lado y tu soberbia y pides perdón a Pedro, que por mucho que te joda quiere a tu hija, y por mi estampa que se la lleva- Dijo una Paloma consumida por la rabia de todo lo que allí estaba aconteciendo, aquella escena de tan mal gusto. Toño apretaba los puños con agresividad y, si no hubiera sido por Enrique hubiera cogido, violento, del brazo a su todavía mujer. Enrique, nervioso, repetía una vez y a su padre, en voz baja, que le contase lo que estaba ocurriendo. Toño miraba en silencio su alrededor con odio. Se quitó la gorra tirándola bruscamente al suelo dejando ver su incipiente calvicie. Después regaló al aire un suspiro largo.
-Venga, Antonio, cuéntale a tu hijo quien tiene por padre. Dile cómo no eres hombre de una sola mujer. -dijo Jose Ignacio, más calmado, con sorna.
-Jose Ignacio, no remuevas la mierda, eso ocurrió hace mucho tiempo, el tiempo fue poniendo las cosas en su lugar. No quieras ser el mártir.
-¡Pero ocurrió! Y durante muchos años. Así que nos debes como mínimo una explicación a todos los que estamos aquí. Estoy harta. Harta de aguantar tu carácter, de saber que me has hecho vivir engañada, de tu orgullo. Por tu culpa nuestra hija está enfermando. No quieres que esté con un Segura-Roldán ¿Eh? Pero a ti te encantaba ella, ¿Verdad? Ni más ni menos que Azucena. ¡Discúlpate como un hombre, maldito cabrón! -Estalló Paloma en el mismo momento que Enrique, había dejado sólo a su padre ante aquella vorágine. Con lágrimas en los ojos y cara de desprecio murmuró algo y se acercó a su madre dándole un beso en la mejilla y cogiéndole de la mano. Toño estaba acorralado. Se deshacía en nervios. Sus callosas manos sudaban, también su frente, por la que se pasó repetidas veces su pañuelo. Murmuraba palabras ininteligibles y no era capaz de aguantar la mirada ante ninguno de los allí presentes. Jose Ignacio mostraba un rostro de satisfacción combinado con un odio ya incapaz de borrar.
Pero todas las miradas dejaron de centrarse en Toño cuando de repente un disparo cercano les estremeció. Allí estaba, corriendo a pasitos, con la escopeta de su padre en la mano, Sofía. Mostraba un rostro de cansancio, además se notaba el peso del arma en sus femeninos brazos de porcelana. Ninguno supo que decir pues habíanse quedado helados por la dureza de la imagen. Sofía venía llorando por el camino. Notablemente más delgada y con apenas fuerzas. Su hermano Enrique fue el primero en reaccionar yendo en su búsqueda pero ésta, con lágrimas en los ojos y con gesto frío lo encañonó. Enrique levantó las manos, tembloroso quedóse frente a su hermana, que temblorosa lo apuntaba. Paloma gritó ahogadamente al ver tal escena. Pedro, su novio, se había quedado de una pieza. Cogió con fuerza a Paloma, quien se desvanecía.
-¿Qué haces, Sofía? ¡Soy yo, tu hermano! ¡Soy Enrique! -decía entrecortado apresado por el miedo.
-¿Qué habéis hecho con Pedro? ¿Dónde está Pedro? ¡Dímelo! Me encontré con Abdulio el cartero y me dijo que ibais a por él. Ahora soy yo la que vengo a por vosotros. -contestó una Sofía envuelta en dolor y lágrimas cuando por fin su voz se lo permitió. Al parecer, Abdulio estaba propagando como la pólvora por toda la Iruela y Burunchel el enfrentamiento que estaba teniendo lugar, todo ello con palabras mucho más hiperbólicas y sacadas fuera de contexto. En un acto de puro amor, Sofía había rebuscado entre las armas de caza de su padre, la cargó y estaba dispuesta después de tantos obstáculos y dolor a defender su amor aunque le fuera la vida en ello.
-Pedro está aquí. No le ha ocurrido nada, de verdad. Baja ese arma, Sofía. -se defendió Enrique.
-Sofía, cariño. Estoy aquí. ¿No me ves? No me ha pasado nada. Es por otros motivos por lo que se está discutiendo aquí. Baja el arma y ven aquí conmigo. Por favor. -salió Pedro a calmar la situación. Tras éstas palabras, rota en llanto, Sofía dejó caer la escopeta al suelo y con las fuerzas que la quedaban entregóse en los brazos de su amado. Allí, sin importarles lo que estuviera ocurriendo, lo que pensaran todos, el amor salió a flote y se fundieron en un beso largo que nadie fue capaz de interrumpir. Una imagen vale más que mil palabras, y eso es precisamente lo que allí ocurrió. Tras ésto Sofía se desvaneció. El cansancio de los kilómetros, el nerviosismo, el peso de la escopeta pudieron con ella y cayó desmayada pero con una sonrisa firmada en su pálida faz.
Pedro la cogió en brazos y la llevó hasta su casa ante los ojos vidriosos de Paloma, el odio marcado en la mirada de Toño, y la sonrisa emocionada de Jose Ignacio.
-¿Ves quien es el raro aquí?-lanzó como un hachazo Paloma a Toño.
Enrique fue junto con Pedro a ayudar a tender a su hermana en una cama. Allí tuvo unas palabras de arrepentimiento y vergüenza con él por todo lo acontecido por su parte, pues en aquél momento pudo ver claro el amor que ambos se profesaban. Era algo cristalino, puro como el primer chorro de agua que nace de los manantiales. Como el vapor del monte tras una fuerte lluvia. Como una locomotora que, una vez arrancada, no puede parar, así era aquél amor.
Era casi siniestra la imagen de la escopeta tirada en el suelo junto a los olivos.
-De ningún modo ésto va a quedar así. A mi padre le costó mucho sacar la marca Montijo adelante. Y vosotros, ni un amor de niños infecto y podrido va a acabar con ella. Quien avisa no es traidor. -fueron las últimas palabras de Toño cuando se subía de nuevo al tractor. Paloma y Jose Ignacio se miran. Después centran la mirada en la escopeta, que comienza a tintinear, pues una fina lluvia intensa comienza a aflorar. El tractor ruge como ruge el corazón de su conductor.
...C O N T I N U A R Á
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario