Bucea por KukupaPunda Productions

lunes, 6 de mayo de 2013

Cap 7. Cómplices miradas, sonrisas quebradas


Los siguientes días a la aparatosa discusión vivida en la puerta de la mansión de los Segura-Roldán fueron harto tensos pero esperanzadores. Sofía y Pedro habían ocupado la habitación del novio en su flamante hogar, el cual había quedado vacío, pues la matriarca, Azucena se había exiliado voluntariamente, avergonzada y abatida. Se dice que la gente del pueblo hablaba de ella todo tipo de miserias en aquellos días y, ella, orgullosa como nadie había recogido todos sus enseres personales y había abandonado la finca en la que nació, creció y vivió. Desde ese momento la hacienda de los Segura-Roldán fue, paradójicamente, habitada y mantenida por la unión de un Segura con una Montijo. Nunca nadie lo hubiera dicho. La pareja se había asentado en un relativo corto período de tiempo. La primera decisión por parte de Pedro M. fue clara, la fusión de los dos sellos de aceite. Las dos familias peor avenidas de la comarca durante siglos unidas en una misma botella de oro líquido. Parecía una broma y muchos eran los que no daban crédito en el pueblo. La extrañeza por parte del consumidor y el morbo de muchos hizo que en escasos días la primera tirada oficial del sello "Segura de Montijo y Roldán S.A" fuera un completo éxito. Azucena había firmado un escrito de renuncia que había dejado en la mesilla de Pedro a modo de despedida junto a su chocolatina favorita, eludiendo los viejos tiempos. En ese papel tan valioso se le entregaba la dirección total del sello hasta entonces llamado "Aceites de Segura-Roldán, S.A" poniéndolo como principal accionista y cabeza de la empresa. Azucena quiso a partir de ese momento apartarse de la vida de todos y cada uno de sus vástagos. Jose Ignacio aceptó un cargo de buena posición por parte de un amigo del partido en las oficinas del Instituto Agronómico de Albacete, lugar donde había comenzado a residir
 y Paloma, la madre de Sofia ocupó su casa de toda la vida, siguiendo en sus labores y trabajando sin descanso para la nueva marca. Toño, al igual que Azucena, asediado por el mismo carácter orgulloso y el peso de la culpa decidió abandonar el hogar que había engrosado con el paso de los años. Sin despedirse ni siquiera de sus hijos abandonó su hogar sin recoger sus pertenencias, el mismo día en que ocurrió todo. Se había ido con su tractor. Nadie en la comarca lo había visto marchar y muchos fueron los que comenzaron a plantear conjeturas y comentarios alimentados por las lenguas viperinas. Habían desaparecido, también, del colgadizo de la casa "Montija" varias latas de gasolina para el tractor, con lo que muchos comentaron que se trataría de un gran viaje. El caso es que las semanas fueron pasando a un paso vertiginoso, para Pedro todo eran papeleos y firmas para dar de alta legalmente la nueva firma de productos, con la inmersión en el mundo de la aceituna y todo tipo de encurtidos, sector al  que jamás se habían dedicado. Sofía y Enrique se estaban ocupando de contratar de encontrar profesionales para remodelar las naves tanto de la Iruela como de Burunchel, para así, el próximo año lucir un aspecto renovado para la nueva cosecha. El tiempo iba transcurriendo dentro de la normalidad, al menos dentro de la normalidad que podía tener aquel mundo improvisado que habían creado en tan poco tiempo. De la unión de las dos estirpes con más odio mutuo de toda Andalucía. Famosas fueron sus disputas en la comarca desde casi dos siglos de historia. Pedro y Sofía se encontraban en un mundo ideal, una especie de oasis o paraíso en el que ambos eran los sumos gobernantes. Se hablaba de boda coincidente con la inaguración oficial de la nueva marca en un multitudinario acto o, eso decían los rumores del estanco de Doña Maria Luisa donde Abdulio el cartero solía plantear porras de todo tipo con las familias más conocidas de la comarca y sus miembros. Todo aquel "tejemaneje" vivido a caballo de los dos pueblos limítrofes, con tanto ir y venir, el aparcar de coches en las haciendas Segura-Roldán y Montijo había sido la comidilla de toda la sierra de Cazorla durante una buena temporada. También todo tipo de calumnias sobre Toño y Azucena, una posible fuga juntos y todo tipo de barbaridades escuchadas a pie de barras y comercios de los pueblos. Incluso en los más conocidos programas del corazón de la comunidad autónoma se hacían todo tipo de tertulias y debates acerca de la situación de ambas familias. Comenzaron, incluso, a ser frecuente la aparición de molestos "paparazzis" rodeando, como hienas, las inmediaciones de ambas haciendas con el objetivo de encontrar carroña. Enrique, al salir en defensa un par de veces de su hermana frente al acoso de preguntas se enfrentó con varios de los cámaras y periodistas. Pero, a la vez que el ritmo vertiginoso se ocupaba de consolidar oficial y seriamente la nueva empresa ampliada de ambas familias, a la vez que comenzaban a gozar de un holgado estatus económico y crecía el amor entre Pedro y Sofía, que se habían convertido en los protagonistas improvisados de un cuento de Hadas algo siniestro se debía estar fraguando en alguna parte.
La misma televisión que acosaba diariamente a Paloma, Enrique, Sofía, Pedro y varios de los empleados del hogar y de la empresa se encargó de dar una trágica noticia en un día gris. Nadie lo esperaba. Una oscura tarde de Mayo el corazón de nuestros protagonistas se helaba al escuchar en un noticiario informativo que Jose Ignacio Márquez, ex marido de Azucena Segura-Roldán y padre de Pedro María, Luis Enrique y Montse Segura-Roldán Márquez había sido víctima de un extraño atentado durante la salida de una convención en Sevilla. Al parecer, habría sido secuestrado a su salida y arrojado junto al coche, robado, a las aguas del Guadalquivir. Todo habría sucedido en un intervalo de tres largos cuartos de hora. Se desconocía la identidad del secuestrador y presunto asesino. Efectivos de la policía nacional y de la Guardia Civil se habían encargado de iniciar la investigación y una barrida por toda la zona. Los bomberos sacaban el coche del fondo de las aguas. 
Pedro María había quedado en estado de shock al enterarse de la turbulenta noticia. Sofía quedó sin aliento y no tuvo a partir de ese momento más que ojos y cuidados para su dolorido novio. Paloma había quedado también consternada. Todos en las hacienda y en la comarca. También los que lo criticaban día si y día también. La bandera del ayuntamiento lució a media asta durante tres días.
Pero, dentro de la marabunta que supuso esa sacudida, eso no fue todo. Sino que la verdadera nube negra de las familias se cernía sobre ellos en el momento en el que Sebastian, el mayordomo de toda la vida de la mansión de los Segura-Roldán recogía a el entreñable y cotilla Abdulio la carta más extraña y siniestra de su historia. Un sobre sin remitente, sin sello, con letra muy rápida y como asustada. En el interior un folio muy arrugado en el que se leía, con alguna gota de sangre haciéndolo más macabro "Vosotros sóis los siguientes"

... C O N T I N U A R Á

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