Bucea por KukupaPunda Productions

martes, 15 de mayo de 2012

Cap. 1X01

Cierto es que en las aldeas de montaña existe una mayor devoción cristiana que en la grande urbe. Valdebárcena no superaba los cuarenta vecinos, pero los cuarenta estaban como clavos en misa Domingo tras Domingo. Entre ellos Ascensión y Céfero, progenitores de Faustino, que ya desde bien mozo asistía con sus desgastadas madreñes acompañando al párroco en la santa eucaristía. Su abuela Amparo desde que era bien niño siempre dijo que apuntaba maneras para desempeñar el Santo Oficio, pues nuestro Faustino prefería una buena lectura evangélica a la orilla de la lumbre que el banal juego con el resto de muchachos de su edad. Cada Domingo rogaba al cura el puesto de monaguillo, a lo que él, sin duda accedía sin vacile, pues siempre sintió una especial admiración y desmesurado cariño para éste niño. Desde su más tierna infancia y hasta bien entrado en la adolescencia acompañó semana tras semana a Don Eutimio, aunque esa unión se conviritó en la de una especie de guía espiritual y un discípulo. Su padre, trabajador incansable, minero de oficio y amante de los suyos trabajó duro para poder costear los estudios seminaristas de Faustino que, con apenas 14 años cumplidos llegaba a Villaviciosa, otro mundo en comparación de su aldea natal. Allí estudió sin consuelo toda la palabra del señor, la ética y la moral cristianas, desentrañó los evangelios y recitó cada una de las plegarias devotas existentes. Podríamos decir que halló muy joven su fuerte fe, lo que le llevó a llevar una vida alejada totalmente de la del resto de chavales de su edad, eso le ocasionó numerosos problemas derivados de la conocida crueldad innata en los niños. Sin embargo, pese a su entrega a lo místico siempre mostró su carácter, rudo y en ocasiones agresivo. Se han conocido multitud de anécdotas de sus años de juventud, tanto en la aldea como una vez ya en el seminario. Como cuando intentó ahogar en el pilón de la plaza a un crío que, inocentemente, y probablemente por mímesis cagóse en Cristo, o como cuando llegó a dar un martillazo en el fémur de su hermano mayor por hallarlo devorando un muslo de pollo en vigilia. Era como él decía, un caballero de Cristo, un guerrillero, un legionario de Cristo Rey. Posteriormente se ha cuestionado que el nombre de ciertas organizaciones de índole derechista, así como los fundamentos de otros grupos armados de diferentes ideologías han podido ser inspiradas en ciertas declaraciones y apuntes de Faustino durante sus años como seminarista, en los que comenzaba a mostrar un incipiente radicalismo que día tras día iba convirtiéndose en una obsesión hasta llegar a ser el portavoz de las injusticias, azote de lo nefando, carcelero de lo infame como muchos periodistas comentaron en su época. El primer libro en el que hacía balance de su infancia de reposo y aislamiento y su posterior turbulenta adolescencia como seminarista en Villaviciosa lo presentaba en su pueblo natal el 18 de Abril de 1936, cuando Faustino aún no había alcanzado la veintena, ante la admiración de las autoridades locales, la benemérita, sus familiares, ciertos vecinos recelosos... Además, ese mismo día, en el que se licenciaba también, Don Eutimio hizo un anuncio que cambió por completo la vida de Faustino, y lo llenó de fortaleza y de fe: Dejaríalo su puesto y se jubilaría después de más de cincuenta años al servicio de la parroquia. Quien les iba a decir, en aquella plaza de Valdebárcena, ante el júbilo de un pueblo y el sonido de la pachanga de dos acordeones, una vieja caja y un saxo, que en dos meses algo muy gordo estaba por venir... Fdo: Serdrës
Faustino en una de sus conocidísimas cazas de herejes. Podemos verle sosteniendo un convierte-difuntos de calibre 35. La cabeza pertenece a su catecúmeno aventajado.

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