Bucea por KukupaPunda Productions

lunes, 21 de mayo de 2012

Cap. 1X11

-¿Estás nervioso? -preguntó un sereno Carl mientras se fabricaba el primer cohete matutino.
Era el día del juicio, se celebraría a las doce y eran aún las ocho y medio, pero tanto Carl como Faustino querían tener bien preparada la declaración y dejar atados cada uno de los cabos.
-Parece mentira que no me conozcas, Charlie. Labia no nos falta y esa jodida zorra tiene todas las de perder, míranos, joder, somos un jodido jurista y un sacerdote, somos la institución. ¿Quién es ella? Una vulgar cincuentona que ahogada de dinero y cegada de idiotez ha ido con cuentos a Mermelada y cía para ganarse un pico. Es su palabra contra la mía. -dijo un Faustino aún somnoliento pero ansioso de dar esa primera calada que le iluminase el día.
-No se debe notar nada en tu declaración. Tú ese día no estabas en la sacristía, estabas reunido con la Diócesis para los asuntos que se te ocurra, eso ya es cosas tuya. Pero ese día ni tan siquiera estabas en el pueblo, ¿Estamos?
-¿Yo? Yo ese día estaba reunido en Oviedo con el padre obispo para los prespuestos del próximo año.
-¡Así me gusta, Faustin! Oye, ¿Esa botella de burdeos se podrá abrir, no? -se precipitó Carl al mueblebar. Por cierto, pétate ésto, está rico, me lo pasó antes de venir aquí mi colega Rudolph, ¿Lo recuerdas?
-Vagamente...pero sí, sí. Trae pa acá y ponte un par de tragos, que hay que ir empezándolo a celebrar ya, ¿No crees? -dijo Faustino mientras echaba las flemas del día anterior preparándose para el nuevo humo.

Carl llenó dos copas de aquella añeja botella, esa botella eternamente reservada para las ocasiones especiales.
-Todo ésta tontería de quemar Iglesias, de montar estúpidos programas de televisión para desviados y todo éste atajo de rojos se va acabar, sin tardar, se está cociendo algo gordo, a la sede del partido allí en Berlín nos ha llegado mucha información. Tenéis gente con posibles aquí. Van a liarla gorda sin tardar, y nosotros lo secundamos, espero que tú, Faustino estés de nuestro lado. -comentó Carl.
-Yo sólo creo en Dios, bien lo sabes, Charlie. Mi padre fue minero y en mi casa siempre se habló de marxismo y de obreros. Mi abuelo por parte de madre se llamaba Tomás, Tomás Zumalacarregi, era carlista, extremadamente conservador y sin embargo no creo en nada, me la sudan falangistas, comunistas, carteristas, transexuales y su puta madre. Pónte un tiro.
 El tiempo iba pasando y sin darse cuenta ya eran las diez de la mañana y el cenicero ya contaba cinco colillas de un extraño verde y la botella (70cl) ya habíase consumido casi a la mitad. Todo eran risas en la casa del señor cura aquella mañana. Recordaban su amistad, sus estudios y anécdotas, sus deslices de juventud, su visión de la vida. Pero cuando el cuco cantaba las once, una hora previa al comienzo del acto, echaban el último chupito de Chateau Talbot, con una mano ya propia de perlesía avanzada, con unos ojos entreabiertos, como intentando abrirlos en vano. Carl y Faustino habíanse pasado un poco.
-¿Hos-tias, tu...n..no teniamos que irnos? -dijo Carl en un momento de lucidez, cuando ya eran cerca de las once y media. Corre al lavabo a echarse repetidas veces agua en la cara. El tic tac del reloj se hace insoportable. Faustino parece no darse cuenta de nada. Como si no hubiera bebido en su vida...
-El... güicio. Hostias, hostias, hostias. La botella. Hostias, ¿tienes redbull?
-Venga, déjate de redbull y hostias, que no llegamos. Que tienen que estar ya todos en el ayuntamiento, que hay que llegar antes del comienzo. ¡Vamos! -Carl, con esa templanza y fuerza forjada en acero propia de los alemanes, ayudó a vestirse a nuestro mareado párroco. Con el flequillo al aire y su mirada azul asió del hombro a Faustino y llevóselo casi arrastrando a la casa consistorial. Durante el trayecto Carl intentó explicarle y dejar matizado todo aquello de lo que habían hablado pero no había forma, Faustino contestaba con alguna sinsorgada o bien canturreando algun tema típico del folclore asturiano si no bien alguna pícara saeta poco adecuada en labios de un mosén. Carl no sabía que hacer. En cierto modo se sentía culpable, pero tampoco conocía la poca resistencia española al beber (en comparación suya, claro está). Seamos claros, Faustino tenía una castaña encima que si era capaz de diferenciar al juez del alguacil algo sería.                        
Cuando llegó al consistorio y sentóse junto a su ario abogado algunos se echaban la mano a la cabeza, otras chismorreaban entre ellas, algún párroco de aldeas cercanas que habíanse querido acercar al lugar no sabían que decir...
- A éste lo veo yo antes de que cante el gallo tres veces haciendo vida seglar
-No sea agorero Mosén Echevarría, no pronuncie el nombre del señor en vano, ni compare a ésta piltrafa humana con San Pedro.

De repente suena una voz grave y potente que retumba en toda la sala. Es el juez Garzón, que acaba de sentarse al estrado con una extraña mancha blanca en la toga.
-¡El acusado. En pie!

No hay comentarios:

Publicar un comentario