Bucea por KukupaPunda Productions

miércoles, 22 de agosto de 2012

Imaginario nº 212

 


Tan solo de nosotros depende el cielo, inabarcable.
La mirada bisagra eterna del universo y nosotros creadores.

En la imaginación confluye todo,
allí todo lo formamos y lo transformamos:
conceptos, ideas, medios, modos, palabras, latidos...
más allá de todo lo externo y creado por nosotros,
para nosotros, por los demás cuando nosotros,
con nosotros y los demás también, y a la vez tan poco.

Vida que surge y se imagina en el cráneo,
donde existen los colores y nuestra voz dice su nombre:
el espectáculo magnífico que significa existir.

Mantenernos suspendidos en el tiempo,
en la enormidad de un segundo o la complejidad del espacio.
Categorías atómicas que rellenan vacíos impensables,
explosiones fugaces, suspiros en insondables galaxias,
constelaciones de susurros y mundos enteros
en realidades posibles por nuestro cerebro creadas.

Nuestra imaginación que interacciona con la materia
y da sentido a la vista, a la vida, al pensamiento,
único elemento de una sistemática creación
-la realidad-
y del sistémico devenir de opuestos en continua dialéctica.

Si bien creadores, nosotros también responsables,
de nuestra vicaria vista y nuestro lacrimal vacío,
de nuestra mirada cínica degenerada en noticia,
de un laxo señuelo que se convierte en información,
(moldeable, voluble, de intereses marcados)
y degenera en abulia e indolencia,
e indiferencia convertida en producto.

El producto es pervertido en su máxima expresión.
Nos olvidamos de soñar, dejamos de lado
la realidad que no tocamos, lo etéreo, lo ingrávido,
inmaterial, atemporal, metafísico o el gemido.

El mundo se calla y nos conduce a lo cierto,
por puro imaginario infinito y fijando ese rumbo:
-el cambio-
Imaginad que imaginamos y que sucede.
Imaginad que otro mundo es posible y se puede.

Existe la imaginación que no se detiene
y que crea el mundo que nosotros miramos,
sentimos, tocamos e imaginamos,
y que se concibe alrededor de nosotros
como categórico espejo que nos dice lo que somos
y en donde nos hemos de ver reflejados.

El párpado separa, cómplice, la creación y lo que ocurre,
lo externo y la interpretación de lo externo,
las miradas de deseo al universo
y su condición de insuperable misterio
-la duda-
y el parpadeo es el síntoma de que seguimos imaginando.

Mientras, seguimos viviendo,
y la vida sigue con nosotros, y para todos, parpadeando.
 
ANGIO

 

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