Bucea por KukupaPunda Productions

martes, 15 de enero de 2013

Serdrës y...¡Si lo llego a saber no vengo! (III)

Repasen mentalmente una obra tan conocida y valorada estéticamente como es "La Tres Gracias" de Rubens, o si no que coño, buscadlo en Google porque si no, con eso de la LOE, la LOGSE o como se llama estamos aviados. Os habréis fijado que esas tres muchachas rondan, si no lo doblan, el sobrepeso. ¿Bellas a la vista? Lorzas como talladas en plastilina color carne, sonrojadas y tiernas como un hojaldre. Ése era el canon de belleza en el S.XVI, y antes ya lo fue, y durante muchos años posteriores también. De hecho, antes de llegar al prototipo tísico de finales del XX, principios del XXI el varón siempre gustó de dónde agarrar. En éstos siglos, de hecho, tanto la esponjosidad, por decirlo de manera cortés, del físico como el tono blanquecino de la piel eran muy cotizados y reserva especial de las clases más pudientes.
Una tez tostada era ejemplificación de penuria, trabajo en exceso (véanse labriegos, pastores y demás oficios naturales) y un cuerpo delgado era, a su vez, sinónimo de falta de alimento, y de quemarlo rápido, es decir, sinónimo de pobreza.
De hecho, a muchos, vuestras abuelas os habrán aconsejado sobre el abuso del sol y ésto, por cierto ya tiene nombre (Tanorexia), es la adicción al sol. La adicción a pasarse los días en la playa como una lagartija para lucir un color moreno (antaño deplorable) o bien encerrarse en una especie de nichos con Rayos Uva, aunque se sabe que éstos son altamente perjudiciales para la salud por sus fuertes radiaciones. ¡Pero nos la suda! La chica de hoy ha de ser en primer lugar bien delgadita, a veces tanto, (véase el caso de las Top Model, que han de lucir una figura lúgubre y esquelética para que las quepa el dichoso vestido que luego cuatro pijas de Milán o París comprarán, ya que eso en mi pueblo no se lo pone ni Dios...) que nos recuerdan a aquel relato de Juan Ramón Jiménez, "El perro sarnoso" (Platero y yo).
La chica de hoy no tiene por qué llevar necesariamente el pelo largo, porque eso ya no es una norma, la chica de hoy lleva el pelo como quiere y hasta puede vestir con ropa masculina (si separásemos las tiendas de Hombre y Mujer y creásemos espacios "unisex" ganaríamos más), la chica actual es, muchas veces, más masculina que el hombre (sólo hay que escuchar contestaciones, conversaciones y actuaciones) y es, cada vez, menos romántica y más brusca. Por otro lado los hombres, cegados también por el paradójico siglo en el que vivimos comenzáronse a ataviar de modos cada vez más extraños, muchos dejáronse barba espesa (a lo Viejo de los Alpes, cuando tal en el pasado era algo reservado para hombres de milicia o bien a las abadías de frailes), otros se rasuraron toda la cabeza (cuando otros lloran por haber perdido la cabellera, uno de los símbolos de la masculinidad). Nacieron modas como las de perforarse el cuerpo por completo, algunos incluso haciéndose agujeros africanos en el lóbulo como si de una tribu del Senegal se tratase, la de pintarse en la piel, llevar ropa o tres tallas más o menos, y también otras más desagradables, como la anorexia o la bulimia, tan castizas de éste siglo, con el propósito de quedarse como el perro del Juanra.
Los libros fueron substituídos por obscuros armazones de plástico en los que se inserta más plástico y todo para jugar a juegos a través de una pantalla, simulando una realidad de lo que un día fue real y ya no lo es.
En el caso de las relaciones, algo que siempre existió (aunque de otros modos), hoy en día no se sabe muy bien lo que se busca. En los tratados de amor del XVIII, XIX hallábamos bellas palabras de romance, pronunciadas por Cadalsos y Larras. En un mundo de Pipis Estradas y Grandes Hermanos buscamos al "más malo/a", al más chulo/a y más descarado/a. Pero a la hora de la verdad también buscamos algo de romanticismo, pero digo algo, ya que en siglos pasados costaba el ganárselo pero era eterno, y era dulce y con sentimiento. Hoy, en el tiempo del "aquí te pillo, aquí te mato", en la era del "follamigo" y el "paso del amor" pocos mueren de desamor o de celos, pocos escriben a su amada hasta el empalago, nadie es tan rococó de entregarle su vida a una mujer (u hombre). ¿Que qué quiero decir con ésto? No lo se. ¿Quejarme del siglo en el que vivimos? Ya lo he hecho hasta la saciedad. ¿Qué reacción busco? Busco un poco de razón entre tanta tiniebla que explique dónde quedó el amor secreto de Romeo y Julieta, que lo que antes llamaban cuerpazo ahora es obesidad, que lo que antes eran lágrimas ahora es "Si te he visto no me acuerdo", lo que era antes rigurosa actualidad ahora es obsoleto y reaccionario. La vida es un péndulo, amigos. Péndulo como el de un reloj que va sólo en dos direcciones, es la historia. Lo que pasará mañana es la negación del ayer. Y que hoy a lo mejor a todos nos da por estar como el burro flaco del Padre Sandalio y por vestir de tal forma y amar de aquella manera, pero quien sabe, si dentro de dos siglos, y a saber en que soporte, ya que en papel no será, habrá otro Serdrës de la vida reflexionando sobre el presente, pasado y futuro, se lamentaráde haber venido, y si lo hubiera sabido no lo habría hecho, pero, ese mundo será una caricatura del actual, o el actual del venidero, porque...¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿Vivían mejor en el XVIII sin tantos medios y tanta tontería? ¿O vivimos mejor nosotros que, teniéndolo todo no tenemos cojones a sonreír? Por los Siglos de ayer, de hoy y mañana. Amén.
Serdrës dixit.

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