Bucea por KukupaPunda Productions

jueves, 17 de enero de 2013

Serdrës y...¡Si lo llego a saber no vengo! (IV)

La Tercera Edad es una edad compleja, eso desde luego. El que llega, que no es fácil llegar con salud y más con este estresante ritmo de vida tan propio del veintiuno, llega con achaques, quejoso perdido y como se decía en el XVIII: "Dados a perros" (irritados). Es una edad bien amena y bonita si se sabe llevar, desde luego. Porque ¿Qué momento más agradable y bonito puede haber en la vida de un hombre que el de la jubilación? Nos llena de júbilo la jubilación, no es para menos. Aprovecha esta recta final, porque paradójicamente es, a partir de la jubilación cuando el hombre comienza a vivir, porque vida es sinónimo de libertad, y lo bueno de éstas edades es que pueden aunarlo con el libertinaje, porque ya, qué coño importará lo demás. Hay muchos tipos de jubilados y no todos son iguales, ésto viene causado por varios factores, pero sin duda los que se hacinan en los hogares y viajes del Imserso son personas impúdicas con cierta tolerancia a los destilados y con un cuerpo que no es de una persona de esa edad, luego hablaríamos de experimentos sociológicos. El jubilado es, por naturaleza, un tipo afable y erudito en su máximo expresión, pues ya sabrá rezar los mandamientos como analizar el plano de una obra o obsequiar a la juventud con lecciones morales. Los jubilados de campo son los más despreocupados y joviales de toda esta balanza, si, incluso por encima de los del hogar del jubilado, ya que, libres durante toda su juventud y madurez, en la plenitud de una liviana naturaleza, aunque de rostro más arrugado y calloso, de alma más noble y liberal.
El jubilado de gran ciudad es maleducado en la gran parte de los casos, dependiendo, claro está, del distrito en el que nos halemos. (Ej: No obtendremos la misma cortesía en la respuesta de un anciano del Barrio de Salamanca (o ciudad, no importa) a la pregunta "¿Qué hora es?" que si formulamos la misma demanda en Malasaña o el barrio de Campamento (Madrid), por dar ejemplos concisos).
La vieja de abrigo de visón (o polilpiel en la versión 1.0) no puede ser "por norma" simpática. Suelen tratarse de mujeres altivas, cargadas de despotismo (no ilustrado) y suelen ir acompañadas de un marido callado (quien calla otorga y más cuando no es el varón quien lleva los pantalones en casa) y gafas de sol. Imprescindible el bolso (si es también de piel ganará en solera y tronío).
Existe otro modelo de anciano, el "verde". Dícese de aquél que suele gustar del deleite visual en contacto con las posaderas femeninas, o delantera si es decente. Suelen fijarse en las jóvenes y maduras de cerca de la mitad de siglo (punto álgido de la mujer). El jubilado "solterón" (que bien podría englobarse dentro del apartado anterior, aunque el "verde" no tiene porque ser necesariamente soltero) suele ser bebedor, por ley, por abandono personal, por instinto masculino y garra animal. La jubilada soltera suele ser más de juntarse en "concejo" con el resto de solteras del área para criticar a diestro y siniestro al conjunto de la población.
Los viudos no gustan de beber en exceso pues, al haber conocido la llama del amor, muchos, aventureros quieren retomarla, y eso se encuentra en los viajes del imserso así como en los bailes organizados. En éstos bailes se suelen escuchar grandes éxitos del melodrama español como Perales, El consorcio o Maria Jesús y su acordeón. El jubilado campechano suele recurrir a los grandes éxitos del flamenco o la canción tradicional del área, es decir, lo jondo, lo puro. Suelen ser personas más ilustradas en lo tocante a climatología, metafísica y geología, con lo que nos encontramos con el típico tópico de "Sabe más el diablo por viejo que por Diablo". De los viejos verdes y solterones lo que más podríamos destacar es la retorcida y barroca arte del piropo cutre y la eterna fiesta de Baco en el Bar "Manolo".
Por otro lado tenemos al más reservado y polémico de ésta categoría. El anciano "Bisolvón", ese hombre de tos extravagante con regalo en forma de flema al final, mojando cualquier parte de nuestras calles, del mobiliario urbano o lo que se ponga por delante, en definitiva. Auténticos festivales de tos tanto secas como mucosas, terminando en japo o sequedad traqueal.
En otros países no se si serán así. En Hispania desde luego. De los ancianos europeos que llegan, sobre todo a las costas españolas en el período estival, (véanse gabachos, guiris, etc) sólo sabemos su gusto por la sangría, el souvenir fácil y la sangría otra vez. Es, en resumen, una etapa para disfrutar, y, queridos pupilos y hermanos de ésta puerta abierta a la interrogación, ¿Cómo vas a diseñarla tú?
PD: Parte innata de la Tercera Edad será la ardua labor de criticar al joven, mirarlo como si fuera un delincuente en gran parte de los casos (véanse viejas de modo "abrigo de visón" y "ancianos urbanitas") y ante todo semblante amargo y extraserio.
               Todo un himno en cualquier "Hogar del jubilado" o viaje del Imserso que se precie.  
 Serdrës dixit.

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