Bucea por KukupaPunda Productions

lunes, 18 de marzo de 2013

Cap 2. A tientas


La morada de los Montijo se había convertido en un territorio hostil dividido en dos bandos tras el jarro de agua fría que supuso la noticia del romance entre la pequeña de la casa, Sofía, y el primogénito de los Segura-Roldán, Pedro María. Toño, respaldado por su hijo Enrique habían decidido condenar a Sofía al más incómodo silencio. Si se cruzaban por los pasillos de la hacienda se podía cortar la tensión al igual que en las labores de prensa y envasamiento en el interior de la nave. Sofía se sentía débil tan sólo apoyada por su madre, que intentaba hacerle los días más llevaderos encomendándola trabajos de oficina, negociando los pedidos y las tediosas conversaciones con los encargados de los contoles de calidad. Ella intentaba hablar con su padre y hermano, pero se tornaba inútil cuando ellos se limitaban a girar la cabeza y continuar perdidos en sus labores. Durante aquellos días ella continuó viéndole. Tenía muy claro en su mente, además escudada en su madre, en que ella no iba a renunciar a aquél amor que, de insano nada tenía. Un amor que había nacido de lo más sincero de sus almas, un amor que nada ni nadie podía quebrar pues ya estaba, potente, aferrado en sus mentes.
Cada día que se veían, en el auto de Pedro, a las afueras de la comarca, para no continuar alimentando lenguas viperinas, era una explosión de sentimiento. Se cogían de la mano y se les detenía el tiempo y, en ello, se esfumaba cualquier apellido, viejas rencillas entre ambas familias, el "qué dirán", poco les importaba. Pedro tenía trazado un plan, y es que, si no iba a ser aceptado en casa de los Montijo y, a sabiendas de que en el Emporio Segura-Roldán aquella unión nunca iba a ser de buen agrado, ellos cogerían las maletas diciendo lo justo y empezando su vida en unión en el lugar que fuera. A Pedro no le faltaban posibles y a Sofía la aprobación de quien le dio la vida, que era lo que en verdad más le importaba. No entendía aquella tirantez y actitud tan cerrada por parte de su padre. De su hermano sabía que lo que dijese su padre iría a misa, y con ello se mezclaba también un clima de envidia hacia Pedro, pues él había nacido rico, y sin él quererlo. Pero ella conocía bien al hombre del que se había enamorado. No era amigo de la ostentación ni de hacer gala de su apellido, sino que más bien muchas veces para evitar exceso de alabanzas o besamanos guardábaselo para él, haciéndose pasar por un humilde muchacho de la zona. Pedro sólo tenía en mente aquél proyecto que habían iniciado juntos, y ella tan sólo esperaba alguna vez la aprobación de su familia completa. A sus "suegros" aún no había sido presentada, y en verdad, Pedro mostraba poco optimismo del trato que recibiría en su casa. Aunque Azucena Segura-Roldán y esposo no habían puesto demasiado obstáculo cuando Pedro, agobiado, decidió comentarles la situación, era precisamente lo que le mantenía en vilo. ¿Por qué la autoritaria y amante de las apariencias Azucena, la dueña y señora de más de la cuarta parte de olivares de la sierra no había opuesto ningún tipo de resistencia? Viniendo de su madre, él que bien la conocía, no podía esperarse sino alguna rastrera treta por su parte.
Aquella tarde, después de tantos besos, habíanse quedado traspuestos en el coche y la noche había hecho su triunfal y obscura aparición. Con las manos entrelazadas, uno frente al otro, Pedro y Sofía se hallaban dormidos mientras el nerviosismo comenzaba a aflorar en las casas de ambos. Pronto Toño rompió aquél silencio que había impuesto en toda la casa incluso con su esposa y comenzó una ronda de llamadas, empezando por el cuartelillo en primer lugar. Paloma bien sabía que en caso de iniciar aquél ansiado viaje juntos primero le habría avisado con suficiente tiempo de antelación, así que sabía que de aquello no se trataba. Intentando no ser embargada por el nerviosismo decidió emprender por su cuenta la búsqueda, pues bien sabía que debía estar con su amado. De tal modo decidió telefonear a casa de los Segura-Roldán en el teléfono de su cuarto, por supuesto a escondidas de Toño. Aprovechando el momento en el que padre e hijo se encaminaron hacia el cuartel a poner la denuncia buscó en el listín un número al que jamás pensó marcar. La primera llamada fue inútil puesto que comunicaba, pero al segundo intento le atendió la doncella de la casa. "-Residencia de los Segura-Roldán, ¿En qué puedo ayudarle? Tras suplicarlo más de tres veces consiguió que la señora se pusiera al aparato.
-Mire...¿Doña Azucena? Soy Paloma... Siento molestarla a éstas horas de la noche (eran ya las 00:25) pero el caso es que me siento muy preocupada ya que mi hija aún no ha llegado a casa y...se que está con su hijo, y lo más tarde que la ha devuelto a casa ha sido a las diez y media, así que me gustaría saber si está su hijo...
-Paloma, querida... Si el caso es que mi hijo todavía no ha regresado. Hace tiempo me enteré de su noviazgo. Bien he de decir que nunca me ha hecho especial gracia, pero bueno...si se quieren yo ahí no puedo entrar. Se bien lo que es el amor loco y salvaje, o si no pregúntele a su marido..(Tose)
- (Silencio incómodo) ¿...Cómo a marido? Perdone...Azucena, no tengo tiempo para juegos ni para bromas. Estamos hablando de que nuestros hijos, que se quieren, le guste a usted o no, están extraviados. Ya se que mi hija no es una de esas chicas de Channel que a usted la gustan, ni tiene grandes posibles ingresados en el banco de Suiza, pero tenemos que pensar dónde pueden haber ido.
-¿Estás acusando a mi hijo de secuestro? ¡Tú sabrás las ideas que tu hija le habrá metido en la mollera! Éste chico mío siempre se deja liar a la primera falda bonita que le hace guiñitos...(Cuelga brusca el teléfono)
-Será hija de... Blasfemó Paloma, que tras la llamada aún se había quedado más inquieta. Con las manos frías y sudorosas daba vueltas a la frase que, directa, había clavado como hachazo en su mente la arrogante Azucena. "O si no pregúntele a su marido..." ¿Qué querría decir?
Mientras, en el rigor de la noche, en el momento más tenebroso, la pareja continuaba completamente dormida en el interior del coche, y con aquél apacible relente y sereno silencio de la noche montañesa...poco o nada les haría despertar. En sus caras se dibujaba una sonrisa inamovible. La sonrisa del que duerme con quien quiere, la sonrisa de los que se comen con los ojos. Pero poco o nada sabían aún de todo lo que estaba aún por llegar...
Toño, acompañado de unos lánguidos guardias con tricornio y capote, y el tintineante candil de su hijo Enrique alumbrando lo poco que podían ver como para no caerse, tampoco sabía nada de lo que le tenía deparado el pasado, cuando se remueve.
...CONTINUARÁ.

No hay comentarios:

Publicar un comentario