Bucea por KukupaPunda Productions

domingo, 5 de agosto de 2012

Pendencias de abolengo.



Y si por lo que fuese Toño se había dejado el cigarrillo mal apagado sobre el cenicero ya había malas caras. Todas las noches de cena terminaban igual. Miradas asesinas y gesto grave impreso en el semblante de cada uno de los miembros de aquella desarraigada estirpe. Desde que Juani y Mario se habían dado el "si, quiero" ninguno de sus hermanos lo había aceptado y cada reunión se encargaban de afilar las navajas para ir progresivamente lanzándolas al aire con ánimo de ofender. Por no hablar de las envidias y chismorreos que habían causado el nuevo "carro" que se había agenciado Lucas. Todo eran críticas a algo que rozaba la perfección y ellos mejor que nadie lo sabían. La única que se salvaba era la abuela, siempre inmersa dolorosa en el calvario que sus cuervos dibujaban en las noches que se suponían de paz y reencuentro.
Burlas, risas furtivas, miradas escaneadoras y "constructivas" críticas entre cuñadas sobre el modelito que lucían para la ocasión iban adoptando paulatinamente la forma de obús que a eso de la sobremesa terminaba detonando hasta muchas veces originar los portazos y las encerronas en los cuartos de baño. "Que si tu me has llamado no se qué" "Que si que gorda te has puesto" "Que si cada día estás mas canosa". Pili habían engordado en una semana, de cena a cena casi veinte kilos y lo más gracioso es que asistía diariamente al gimnasio ¿Cómo puede ser? Y eso por no hablar de la cantidad de canas que en cuestión de horas nacían en el pelo de Julio, que rozando ese infierno sexagenario era el único que no tenía un tonel por barriga. Cuando cocinaba la abuela eran todo alabanzas. Aunque el arroz hubiese quedado un poco pasado, aunque el pavo estuviese un poco crudo no pasaba nada, la matriarca siempre tenía una mano privilegiada para manejar las especias y moverse entre las cacerolas. Pero ahora que la abuela no puede ya con ese reuma que la desvalija día a día suele cocinar Pepa, la mujer de Tino, siempre falta sal o los postres jamás llegan a estar lo suficientemente dulces. Tino siempre acaba blasfemando, recogiendo el abrigo y bolso de su abuela e invitándola a abandonar ese hogar consumido por la tiña y mentes corrompidas por el egocentrismo. Nunca llegan más allá de la una de la madrugada, a esa hora ya están todos lapidados o ahorcados en vida, ya pueden ir a dormir, y ya cada pareja tendrá en su casa la conversación pendiente para antes de dormir. Se pregunta la respingona Juani si Tino y Pepa a su edad (51 y 53 años respectivamente) continuarán teniendo algún tipo de vida sexual. Y lo dice ella...hipócrita...la que vive en una nube ácida desde que el doctor la condenó con su sentencia: Su marido es estéril.
Y la abuela es la única que queda en esa casa que un día fueron ocho hermanos, que un día fue jaleo, colacaos por las mañanas, los deberes por la tarde, los nervios previos a un examen, las noches de reyes, el alboroto ante los regalos de la Tía Petra. Ya de aquello o quedaba sino el fantasma, que abatido, sudando flechas de fuego, sollozaba en un rincón de la casa que ya no suena a correteo infantil ni a la comba ni a muñecas ni a peleas de broma, sino que vive bajo el yugo de la contienda entre unos hermanos que se despellejan aturdidos por la ignominiosa dictadura de la envidia.
Pobrecillos... 

FDO: SERDRËS. (Buon state a tutti)

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