Bucea por KukupaPunda Productions

jueves, 8 de enero de 2015

Epístola al desencanto



Tú querías ser libre. Vivir sin "ataduras" ni cargas, como se vive hoy, pensando en uno mismo sin reparar en el prójimo. Tú vendías humo, se te da bien. Gustabas de levantar quimeras, castillos en el aire que no se sostenían pues carecían de base, de pilares, de plinto. Con lisonjas me mantenías vivo, feliz en una cúpula quebradiza y débil que, sin embargo, yo, incauto, creía impenetrable, férrea y futura. Pero cuando se vive en las nubes, cuando la sonrisa y el jolgorio superan la realidad...la hostia (permítaseme) suele ser inaudita. Fíjate. Hace tan sólo unos meses yo escribía al amor con la destreza de los hábiles. Dormía diseñando planes, inventando próximas sonrisas y paseos o abrazos a la orilla de la lumbre. Mi pesimismo siempre me ha ayudado, espero no perderlo nunca. Una mancha de vino apenas se percibe en el terciopelo negro.
El desaliento, el desencanto es un matiz propio de la vida. Necio es quien se niegue en aceptarlo. El amor dejó de existir hace tiempo. Como Dios, murió, pero hay quienes nos empeñamos en mantenerlo vivo, aún con un hilo. Entregándonos, inmolándonos en quienes consideramos nuestra musa, nuestro aliento. 
Después de agotar botellas, llenar mi "lebensraum" de humo denso y muchos renglones torcidos he decidido paliar los daños. He decidido crearme artificiales espectativas de luz y de color (como decía Marisol). He decidido que todo es jauja y que el benévolo no es bienvenido en esta jauría de interesados y desalmados. Insisto en que el amor murió con la bala en la sien de Larra. El "para siempre" convirtióse en "Hasta luego, Lucas" y la ternura antes de algodón es hoy una lápida de mármol en algún cementerio del extrarradio de esa ciudad. Pero yo me adapto, se vivir superficial.
Puedo llegar a ser como tú y echar por tierra todo. Podría serlo, pero yo no soy así. 
Escribo a principios de este año pues hay que pasar página, dicen. El dolor tan sólo nos entierra más en la fosa que vamos construyendo con los años. Que sepas que si te guardo rencor, ¿Cómo no te lo voy a guardar? Si es como abatir a tiros a un corzo recién nacido, como amputar la pierna del sano o encenagar los manantiales más puros. 
Pero, sin embargo, escribo porque estas son las últimas letras que te dirijo. No creo que merezcas muchos más litros de este tintero, porque aquí hay muchos versos por nacer, reflexiones espontáneas y narraciones desgarradoras, con un interés bastante mayor.
La excavadora se está llevando cada día más y más toneladas de ruina, para que no se acumule, para que el campo quede verde y liso, como alguno de aquellos momentos de mi infancia.
Infancia en la que no me preocupaba sino de los cambios de las estaciones en las copas de las hayas y los abedules, en encontrar las huellas del zorro o el lobo por los agrestes caminos y veredas o el sabor de la leche recién ordeñada mojando pan de Orzales ("Pan de leña artesanal realizado en Orzales, Campoo de Yuso, Cantabria").
Vuelvo a mi ser. A mis "Ducados" en el banco de fuera de la cantina. Tu querías un prototipo, ¡Cuántas veces lo dije! Es quizá mejor que los extraños, los excéntricos nos quedemos en nuestros quéhaceres. No cabemos en la vida de quien abarca tanto, de quien antepone lo suyo a lo colectivo, de quien se olvida de quien un día la quiso como a su propia vida.
No te voy a decir que te odio, porque esa es una palabra dura y sin sentido. Aunque en francés (haine) tiene su aquél. Simplemente diré, que cuando veas una pared de piedra, un roble, un tejado a medio caer o cuando haya niebla densa. Soy yo. Que ni muerto me llevan del todo de lo que tu quisiste arrancar.
Amén.

Serdrës, en el año de lo terrenal.

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