Bucea por KukupaPunda Productions

jueves, 26 de febrero de 2015

El Evangelio según san José, el Cuervo



Vamos a situarnos en un pueblecito cualquiera de los secarrales adustos del noreste de Extremadura. Una localidad provinciana, sencilla, de las que hacen las ollas con más vaca que carnero. No nos importa su nombre: allí vive José, el Cuervo.

A José le llaman el Cuervo porque es hijo de la Dolores, la hija de don José, el Cuervo, el antiguo herrero del pueblo, que un día fue a un país "de muy lejos" (lejos de su pueblo, se supone), y se trajo de mascota un cuervo. Desde entonces fue siempre tío José, el Cuervo. Y su mismo nombre pasó a su nieto, porque así lo quiso la Dolores, y el mismo mote de "Cuervo" se le quedó con el paso del tiempo, debido a su gran parecido con su abuelo materno, cosa que tuvo a su padre, Miguel, el Mocho, a mal traer toda su vida, pues no eran pocas las burlas, chanzas y mofas con las que tuvo que lidiar.

José, el Cuervo, podría ser tu viejo, o tu abuelo. Apasionado de las cartas, el pitarra y dar la chapa, siempre encuentra un rato para disertar sobre su alocado pensamiento ya sea invierno, verano, primavera u otoño. Un entusiasta de sesenta y muchos, razonablemente jipi, adecuadamente punki, con su "cresta inversa", como llamaba él al poco pelo que bordeaba su lisa y amplia frente; lo suficientemente cuerdo y lo razonablemente honesto como para saber que no sabe nada, pero que algo hay que decir. Siempre.

Era José, el Cuervo, de palabras tomar y no callaba ni ahíto de pitarra o wisky. Dicen que heredó la verborrea de su abuelo (o su padre, quién sabe), pero él le tiraba un capote a su pobre padre (o padrastro) y decía que lo aprendió de él.

José, el Cuervo, era una suerte de filósofo, siconauta y amante de Tool sobre todas las cosas. Aficionado a la calle y los bares, le situaremos en la barra de "el Jurdel", el bar de Julián, camarero íntimo de José, el Cuervo.

Todas las tardes, o noches, según la época del año, Julián pone en "el Jurdel" el telediario. Y como Julián es un hombre rudo y curtido en las serranías de Pinofranqueado, claro como el chorrituelo de Ovejuela y libre de opinión y criterio como los milanos de los montes de Sierra de Gata, no tiene un telediario favorito, sino que pone uno al azar, el que entalla. Incluso a veces consulta con José, el Cuervo, sobre cuál prefiere.

Julián en "el Jurdel"

-El que tú veas, Julián, hombre, si la chapa la voy a dar igual. Responde siempre mitad serio, mitad quisquilloso.

José, el Cuervo, se bebe 5 pitarras si hace falta antes del telediario. Depende de lo que tenga que hacer en el huerto o como le fuera la partida de cartas de después de comer, porque según dice él, "así me bajo la tensión y templo la garganta pa cuando empiece el parte".

Disparaba contra todo lo que se movía en una especie de talk-show y rabieta senil personal e intransferible. Y nadie le contesta porque José, el Cuervo, siempre o casi siempre, tiene razón.

Si Piqueras abre el informativo de la 5 con un nuevo y sorprendente embarazo de la pincesa Letizia (o reina, o lo que sea...) José, el Cuervo no se muerde los labios y brama:

-¡Esta es una trepa, Julián, te lo digo yo! ¡Esta es una trepa y el otro un amariconao que hablará inglés, pero yo creo que de castellano va corto!

Julián, mientras, asiente a todo como el rocío de las piedras al viento de la mañana. Había tenido que aprender a escuchar.

Tampoco se corta un pelo si coincide el informativo de la 3 con Matías Prats. Y si éste inicia el telediario con las recientes oleadas de asesinatos por parte de islamistas radicales, José, el Cuervo le da a los islamistas y le da a Matías con el mismo brío y ante el asombro y desconcierto de todo el que se encuentre en el bar.

-Cagüen dios, Julián, -decía con vehemencia -mandará cojones que ahora los malos sean los moros, que bastante tienen con comer y seguir vivos, y no el puto banco Santander que como apriete un poco más nos ahoga con el Cantábrico... Y tú, Matías, ¡vete con tu padre a mamarla, hombre ya!

Aunque parezca un disparate, en el pueblo quieren a José, el Cuervo. La hora del telediario de por la tarde, o por la noche, en "el Jurdel", es conocida como el "Evangelio según san José, el Cuervo". Todos los días, los niños de entre 8 y 15 años acuden prestos al bar de Julián a reírse con José, y sus alocadas ocurrencias y exabruptos sobrios, o no tanto. Van a reírse pero también van a aprender.

Los niños quieren a José, el Cuervo, porque les da caramelos sin droga, pero también porque les enseña a pensar. Y José, el Cuervo, quiere a los niños porque le llevan a casa los días que se le va la mano con el jurdel (como se suele llamar el alpiste por allí), pero también porque son sus pequeños y necesarios motivos para protestar y quejarse.

Nunca consentirá José, el Cuervo, que aquellos niños queden indefensos ante la estulticia y la mediocridad que propone y proclama la caja tonta. Nunca sin primero tener criterio, opinión y argumento propio.

"Lo único que nos queda es la protesta", repite José, el Cuervo, como mantra, incluso dogma, sentado en su taburete, aferrado a la barra del bar, o a la vida que lleva. Y los niños escuchan a José, el Cuervo, y luego van a sus casas entre cautivados y un poco turbados, pero contentos. Para ellos escuchar a José es como ir a la escuela. Solo que escuchando al cuervo piensan, y en la escuela, como dice José, "solo se enseña a ser un esclavo".

Ese es José, el Cuervo, y su evangelio cada día está más en peligro.

Angio, Con Tilde en la "e" que me falta.

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